-Se que eres y siempre serás cómplice de mi infinita soledad, que tejeras a mi lado cada una de mis ilusiones rotas, que velaras mis tristezas, observando cada lagrima que derrama mi corazón.
-Sí, siempre seré tu cómplice, de sueños y realidades, compañía eterna en tu soledad, la red que espera debajo para cuando caigas, quien tome tu mano para cruzar los ideales, quien intente detener las aguas que broten de tu alma.
Pero también seré el calor para tus horas de frío, ese beso inocente que a veces se posa en la frente, el mismo que de repente se da con pasión en los labios.
Porque estás en mis noches como mis sueños, en mi cama como mi almohada, como cuerpo ardiente en mis deseos, como esa luz que brilla al final de mis lujuriosas fantasías.
Seré tu amigo sí, pero también tú amante, con quien compartes tus ganas, a quien ofreces tus senos, con quien lloras y gimes, el hombro en el que te apoyas y también la boca que te excita, la lengua que te recorre en la humedad de la lluvia, la que limpia tus ansias en la oscuridad de la tarde.
-Lo sé, sé que serás mi amante eterno, el pilar en que descanso mis deseos,
La lluvia que moja mis ganas y que al mismo tiempo seca con su lengua mis placeres, que me enreda en su telaraña y me pierde en aquel laberinto de ganas, de satisfacciones sin compromisos, de besos sin culpa.
Aquel amigo que comparto en la cama sin celos, aquel, a quien mis fantasías ven a la mano, a quien mi deseo no limita.
Aquel, que también limpia mis lágrimas de decepciones y consuela mi cuerpo de aquellas lujuriosas sensaciones.
Ana Coronado y Freddys Moretta